Las vivencias de un doble ganador del Masters como José María Olazábal en el Augusta National son innumerables. Pero a veces, la anécdota más jugosa no tiene tanto que ver con alguna de aquellas tardes triunfales de domingo y sí con un suceso que sólo recuerdan quienes estaban allí, en ese mismo momento. Sirva un buen ejemplo de ello justo en la semana de Masters y ahora que el gran campeón vasco no ha podido jugarlo, recuperándose como está de sus dolencias reumáticas.
Corría el año 2012. Segunda jornada del Masters. Olazábal ha pegado desde el tee del 18 y la bola sale rumbo a la calle. El campo está muy mojado por culpa de la lluvia así que la bola no corre demasiado y, para colmo, se ha quedado con un pegote de barro más que considerable. Chema tiene un tiro de unos 210 metros, cuesta arriba y con la desesperante incertidumbre de cómo afectará el barro al vuelo de la bola. Pega una madera 3 y el disparo sale casi en gancho hacia la izquierda, muy hacia la izquierda, hasta el punto que va a parar a la calle del hoyo 9…
Hacia allá marcha Chema con su caddie, Alex Larrazábal, que es quien nos cuenta el suceso y quien lo guarda como oro en paño. Y quiso el destino que precisamente por la calle del 9 viniese andando Tiger Woods, ni más ni menos. Allí se encontraron y allí intercambiaron algún comentario realmente hilarante por lo anormal de la situación…
Mientras Olazábal preparaba el tercer tiro al green del 18, Tiger aguardaba expectante el resultado. Y el disparo fue de todo menos decepcionante: el vasco pegó desde unos noventa metros a bandera y la bola, después de hacer una corbata de casi 360 grados, se quedaba a un palmo del hoyo. Un par de locura.
«Es impresionante el respeto que todo el mundo tiene a José Mari en el Augusta National y para él aquello es como su santuario particular. De hecho, yo creo que juega mejor allí que en cualquier otro lado», concluye Larrazábal.