Alejandro Larrazabal caddie de José Mª. Olazábal

En 2003 disputó el torneo de los maestros como ganador del British Amateur

El oficio de caddie tuvo tradicionalmente cierta asociación al de aprendiz en el renacimiento. El discípulo adquiría los conocimientos y cuando llegaba la oportunidad se doctoraba. Así llegaron a ser alguien en el golf Severiano Ballesteros y Miguel Ángel Jiménez. "Yo he sido el último jugador-caddie de España", se jacta 'El Pisha'. Es el camino que, por ejemplo, siguió Francesco Molinari, el único hasta el jueves que ha estado en el Masters como caddie, sirvió para su hermano Edoardo en 2006 y jugador. Ahora serán dos junto a Alejandro Larrazábal.

Larrazábal ha invertido aquella tendencia que aún se ve en el Masters gracias al hijo de Ángel Cabrera, Ángel, que lleva la bolsa de su padre. Larrazábal ha recorrido el camino al contrario. Jugó el Masters de Augusta en 2003; en la edición de 2011 es el actor secundario del 'Zabal-team' intentando ayudar a José María Olazábal, el capitán, por la Ryder, como le llaman todos cuanto se cruzan en su camino por el Augusta National.

"Aquel Masters es uno de los mejores recuerdos de mi vida y lo recordaré de principio a fin", rememora el barcelonés de 31 años. "Pero a posteriori me arrepiento de muchas cosas. Fui al Masters como el que va al circo y me olvidé de que iba a jugar un campeonato de golf. No me preparé adecuadamente".

El joven se había ganado el billete ganando el British amateur del año anterior, sólo Olazábal y Sergio lo han logrado entre los españoles en la historia, y el cuento de hadas resultó demasiado abrumador. Con su hermano Pablo, hoy jugador profesional, de caddie, Alex tiró 82 y 81 golpes. "Yo daba golpes buenos, no excelentes, y no paraban de llegar los bogeys".

Más que los dias de prácticas con Olazábal y Seve, los consejos que le dieron, las siete noches durmiendo en el palomar de la casa club del Augusta National, o las pillerías de adolescente como entrar en el vestuario de campeones por la noche, zona restringida a los chaquetas verdes, 'Larri' suele recordar en su círculo de amigos un momento: el hoyo 12 de Augusta. Es el par 3 que hace de vértice del Amen Córner. En la segunda jornada, llegó desahuciado sin posibilidad alguna de pasar el corte. Jugó el primer hierro y la mandó al agua; la segunda tampoco coronó y también cayó al estanque. Apretó el tercer palo y la dejó a menos de un palmo. Mientras el público enloquecía, él levantó los brazos como un triunfador. Fue su momento. "Me di cuenta de que no era lo suficientemente bueno para jugar este torneo, aunque siempre me quedará el honor de haber jugado una vez allí".

SU APORTACIÓN COMO CADDIE
Ocho años después, el libro de yardas que guardó como recuerdo de aquella experiencia ha cobrado vigencia. ¿Pero qué le puedo aportar a un tipo que ha ganado dos chaquetas verdes y que juega el Augusta National como si fuera una partida de ajedrez todo a base de estrategia? "Sobre todo creo que puedo apoyarle psicológicamente. En los torneos regulares le ayudo más, pero aquí como mucho le podré reafirmar alguna caída en un green porque si alguno de los que juegan se conoce el campo a la perfección es él".

La relación entre Larrazábal, que desde hace cuatro años se enganchó a este oficio, y Olazábal comenzó en el otoño pasado. "Parece que confía bastante en mí", dice sin darse importancia. "Y reconozco que es un privilegio estar a su lado. Junto a él me he dado cuenta de por qué soy caddie y no golfista. Este juego no se trata de dar cuatro bolitas y hacer nueve hoyitos cada día. Junto a él te das cuenta de que si las cosas vienen mal dadas, hay que seguir prácticando. Aun sabiendo cómo está, es maravilloso ver cómo se entrega. Parece un tópico, pero es la pura realidad".

Ser el caddie del capitán le enorgullece de veras. Querría llegar junto a él hasta septiembre de 2012 y estar dentro del equipo, aunque fuera de forma testimonial. Sería un premio para un chico que ha demostrado su amor a este deporte. Podría estar cómodamente en El Prat, dando clases. Su ascendencia, hijo del dueño de la mayor piscifactoría de España y de una de las accionistas del Banco Sabadell, se lo permitiría. Pero ha decidido escribir su propia historia.