Txema Olazábal finalizó en el puesto 36.
Tiger Woods se adjudicó el Memorial Tournament que se disputó en el Muirfield Village Golf Club de Dublin (Ohio). Su tarjeta de 65 golpes (siete birdies, un eagle y dos bogeys) resultó ser la mejor del día. Su juego rozó la perfección. No falló ni una calle, estuvo soberbio con los hierros y en los greenes anduvo certero.
Woods además emitió señales de una recuperación total. Justo hace un año, Tiger ganó su último grande con el ligamento interno de una de sus rodillas destrozado. Su visita al quirófano sopesó que quizás ya no se volvería a ver el juego que le había encumbrado hasta los altares, pero sus amigos dijeron que habían visto una versión que desconocían de él, mejorada.
Volvió en febrero, y aunque ganó el Arnold Palmer Invitational, en sus otras actuaciones sin bajar nunca del ‘top ten’ en ‘stroke play’, pudieron abrir una rendija de esperanza al resto de golfistas del mundo. En la última jornada del Memorial la suturó de una manera fascinante. Después de cinco birdies, dos bogeys y un eagle, Tiger tenía por delante los dos últimos hoyos para completar una de sus grandes remontadas (había salido con cuatro golpes de desventaja). Necesitaba dos ‘birdies’ para deshacer cualquier sueño de desempate y embocó los dos.
El primero con un ‘putt’ de tres metros; el segundo, tras un portentoso hierro 7, que puso la bola al lado del trapo. Con 12 bajo par, aquello estaba finiquitado, aunque aún Furyk y Byrd estaban en la calle del hoyo 16, que pelearon para ver quién era segundo en solitario. Una aspiración antigua siempre que estaba Woods y que ahora, de nuevo, recobra vigencia.
José María Olazábal, en un día de pares y dos bogeys (74) acabó trigésimo sexto e intentará clasificarse para el US Open a través de las previas.