Por Miguel Angel Caderot, jefe de Prensa de la Real Federación Española de Golf
Todavía resuenan los tambores de guerra de la prensa especializada ante la ausencia de los jugadores más carismáticos en la pasada edición del Volvo Masters. Renunciar a participar en el torneo que cierra la temporada y que ratifica al número uno del Ranking, desdeñar un puñado de euros inalcanzable en la vida para el común de los mortales, infravalorar el esfuerzo de patrocinadores, organizadores, campo, aficionados… todo ello es algo muy difícil de encajar a pesar de la rápida y habilidosa mediación de George O’Grady para devolver las aguas a su cauce. Qué complicado, la verdad. Pero ésto hay que arreglarlo. ¡¡Creemos la Champions League del Golf!!
Y es que el problema no es el Volvo Masters. El problema es que semana tras semana se producen situaciones similares en todos los torneos del Circuito Europeo en una alocada dinámica que mina la confianza y el esfuerzo de los patrocinadores y aficionados, que ya no saben a qué punto del planeta tienen que dirigir su mirada para seguir a sus golfistas favoritos.
Jugar por jugar por un puñado de euros, como muy bien decían en este mismo espacio no hace mucho, es comprensible, lícito, profesional… pero todo el mundo espera más de unas personas privilegiadas por un circo mediático-publicitario que corre el peligro, paradojas de la vida, de comerse a sí mismo.
No en vano, a no mucho tardar, los golfistas profesionales oficiarán de Shakiras en conciertos privados y se prestarán con creciente frecuencia a jugar al golf a solas con el multimillonario de turno, sea ruso, norteamericano, árabe o judío, que el dinero, ya se sabe, no entiende ni de sexo ni de religión.
Ya que por la cartera resulta harto complicado atraer la atención de estos muchachos, siempre habrá un jeque árabe que, aburrido, no sepa qué hacer con los petrodólares de su pueblo, empleemos el cauce afectivo-sentimental para atraer a los profesionales a las raíces de quienes les siguen, todavía, con devoción.
¿Por qué no establecer, al mismo tiempo que el Ranking Individual Europeo, una clasificación por naciones tras la celebración de cada prueba del PGA European Tour, al menos en los torneos que se celebran en el Viejo Continente? Nacería, así, la Champions League del Golf.
Cada nación estaría representada por 3-4-5 jugadores, los que se designaran tras el preceptivo estudio, y puntuarían en función del número de golpes de cada uno. No pasar el corte, por ejemplo, penalizaría y mucho al país cuyo jugador no hubiese estado acertado.
De esta manera, semana a semana, al margen de seguir las evoluciones individuales de los jugadores, los aficionados, y los patrocinadores, que nadie lo olvide, tendrían otro foco de creciente y enorme interés, que cuando hay sentimiento nacional de por medio, léase la Ryder Cup o la Copa del Mundo, las pasiones se desbordan.
Llega, por ejemplo, el Open de España y el equipo español va segundo en la clasificación tras Inglaterra. Hay que animar a los nuestros para que lo hagan lo mejor posible desde la primera jornada, a los que van mejor clasificados y a los que van peor, que todo cuenta, que además del honor individual está el honor del país al que representan.
Llegaría el Volvo Masters y más de lo mismo, hay que luchar hasta el último segundo no sólo por la clasificación individual, sino por la colectiva, la de naciones, la Champions League del Golf, lo que significa que a aquellos que pasan olímpicamente, ay, Coubertein, ¿dónde está tu espíritu?, les resultaría mucho más complicado explicar sus pecuniarias actitudes.
Toda Europa interesada por el golf, desde Norte a Sur y de Este a Oeste. Incluso se podrían promover quinielas o apuestas, incluso se podría esponsorizar el sistema que premia más que al individuo, a la nación para, de paso, demostrar al Circuito Americano, qué difícil tienen ellos esto de crear una Liga por países, que el sistema es mucho mejor que esa Fedex Cup que, alucinante, no se le ocurre otra cosa que premiar con un plan de pensiones a quienes tienen dinero para vivir cien vidas…
Y es que, volviendo a la Champions League del Golf, dejar a un patrocinador y a un campo en la estacada en un punto minúsculo del planeta es mucho más sencillo que dejar con un palmo de narices a todo tu país si está a punto de ganar la Golf Champions, sobre todo cuando se vuelve a casa por Navidad.
Es bien cierto que siempre se podría obligar por contrato a los jugadores profesionales a participar en una serie de torneos bajo pena de coercitiva multa, que tendría que ser muy grande, por cierto, para menoscabar sus henchidos bolsillos, pero hay que reconocer que la Champions League del Golf es mucho más divertido. Para ellos y para nosotros.